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Inicio ›Conclusiones del IX Seminario Internacional de Lengua y Periodismo ‘El español del futuro en el periodismo de hoy’
Internet parece el medio ideal para cualquier periodista o comunicador: ofrece muchas posibilidades para construir un relato que enriquezca la realidad, los cambios que ha traído la digitalización potencian mucho el ejercicio periodístico.
El periodista cuenta ahora con el feedback del lector que le llega a través de los comentarios, se ha creado una nueva experiencia de comunicación con la audiencia, aunque a veces el profesional no sabe bien cómo manejar el que al otro lado ya no haya lectores, sino personas conectadas.
Hay una nueva relación con el tiempo, con distintas series temporales que coinciden. El fin de una noticia publicada en papel son las hemerotecas, pero en lo digital hay que mantener la noticia abierta en una suerte de “pancronicidad” que es nueva.
Una noticia online, además, puede generar muchas informaciones en formatos muy diferentes. Deja de existir el autor único de una información. El periodista tiene que estar saltando de formato continuamente. Se descomponen los géneros periodísticos y se encajan en los nuevos soportes, la noticia como la hemos conocido ya no existe fuera del papel.
El camino que el lector recorre hasta la noticia también es distinto, ya no procede de la portada y esto supone que determinados elementos que antes aportaba el contexto tengan que estar presentes en la propia información. Sobre todo teniendo en cuenta que el acceso móvil es una tendencia creciente, lo que hace, a su vez, que los titulares cobren una renovada importancia.
Los medios tienen la necesidad real de crear un lenguaje reconocible por los buscadores, se trata de que el buscador les traiga usuarios y visitas que, a su vez, atraigan a la publicidad y se puedan monetizar. Pero los consejos para comunicarnos con las máquinas, que apelan a la brevedad y que se repiten como un mantra, pueden crear un empobrecimiento de la realidad, algunos profesionales tienen la sensación de estar trabajando para un lector en fuga, al que no le gusta leer.
Hay todo un debate entre el periodismo largo y el breve y los formatos típicamente online, como el minuto a minuto (¿acaso el gran formato del s. xxi?), que se leen con mucha más facilidad de la que cuesta escribirlos. No se trata de que el periodismo largo no interese, no interesa el periodismo malo. Si el texto es bueno, el lector lo lee sea cual sea el formato. Lo que se necesita, tanto en papel como en digital, es editar, pulir el texto, y el digital ofrece además la posibilidad de que esta edición sea permanente.
Los buscadores han introducido también cambios en su forma de evaluar el contenido duplicado y en la manera en que muestran la autoría de los resultados. Son avances importantes para premiar la creación de contenido original e interesante.
Estamos en el minuto cero de lo que podemos hacer en las redes sociales, algunas, como Twitter, son el perfecto campo de entrenamiento tanto en periodismo como en otras formas de narrativa. Sin embargo, también tienen sus desventajas: se pone en duda si estamos ante el fin del estilo a la hora de escribir, si la velocidad de las comunicaciones o la democratización de las mismas no acabarán con él.
El altavoz tan potente que suponen algunas redes sociales puede hacernos pensar que son representativas de toda la sociedad y no siempre es así. La ansiedad por la brevedad y la velocidad tampoco ayuda. A los géneros breves hay que darles un contrapunto lento, reflexivo. Las grandes historias periodísticas recientes no han sido posibles por medios concretos, sino por redes de periodistas capaces de gestionar una cantidad de datos tal que supera los medios de una estructura periodística tradicional.
Desde este punto de vista no hay más formatos, hay información y no necesariamente producida de manera periodística; cada vez más los cuerpos y las cosas se “sensorizan” y nos aportan datos que son muy interesantes para nosotros. Al final, la idea de medios se desdibuja y cobra cada vez más fuerza la de conectividad. Estamos ante formas inéditas que plantean aspectos que dábamos por supuestos, el periodismo está ante un cambio de reglas que es más profundo que el cambio en la velocidad.
Las redes sociales hacen que de alguna manera nuestra vida se haya convertido en un reality show del cual somos personajes. Si la democratización no acaba con el estilo cabe preguntarse ¿cuál se quiere como propio?, ¿qué mirada y qué voz queremos ser? Internet obliga a mantener el personaje incluso cuando el texto se ha terminado de redactar y esto también es nuevo.
Por otra parte, las tecnologías que permiten la verificación de textos, la traducción y hasta la creación de noticias no amenazan per se el trabajo de los periodistas, facilitan su tarea y les permiten dedicar más tiempo a los aspectos más creativos de su trabajo. Muchos periodistas no entienden ya su trabajo sin la ayuda de las más recientes tecnologías.
En el periodismo hoy se busca la rapidez y esto puede llevar a sacrificar la precisión, el hecho de que todo se pueda corregir en cualquier momento abre la puerta a un lenguaje más imperfecto que no tiene que estar necesariamente listo a la hora del cierre.
La unidireccionalidad se ha terminado, hay una inteligencia colectiva que permite crear lengua a una velocidad desconocida hasta ahora. Al lenguaje se han incorporado, además, nuevos elementos, como los emoticonos, las fotografías, etc. El elemento gráfico es parte del idioma y se convierte en una forma muy potente de narrar.
La hibridación de códigos comunicativos es una tendencia imparable y hay rasgos de polaridad opuesta entre los registros que se emplean: hay webs que tienen la misma calidad lingüística que los textos tradicionales, pero, en el otro extremo, en las comunicaciones privadas e informales gobernadas por la inmediatez, la adecuación del texto a la norma es muy dispar.
En estas últimas se tiende a escribir como se habla, se trata de conversaciones escritas, lo que hace que aparezcan rasgos que no son propios de la comunicación escrita ortodoxa, a veces porque es más cómodo y rápido, a veces por reflejar rasgos expresivos propios de la comunicación oral que hasta ahora no tenían reflejo en la escritura.
Se aplica el criterio fonológico, se escribe lo que se pronuncia; se refleja el voseo, hay aféresis, eliminación de letras que no se pronuncian, cambio de letras para reflejar la pronunciación dialectal, monoptongaciones, amalgamas, sinalefas, alargamientos expresivos, eliminación de dígrafos que se cambian por un solo carácter, ausencias de puntos abreviativos, reducción de palabras a grupos consonánticos, uso expresivo de las mayúsculas y uso combinado de mayúsculas y minúsculas, falta de tildes, eliminación de los signos de apertura en interrogaciones y exclamaciones y repetición del signo de cierre por motivos expresivos, ausencia de algunos signos de puntuación como el punto y coma, inflación del uso de los puntos suspensivos, abundante uso de interjecciones y onomatopeyas, uso de coloquialismos, neologismos, un predominio de la yuxtaposición, etc.
Algunos de estos rasgos están poniendo en peligro la normatividad lingüística que tanto costó alcanzar. Mientras sea achacable a un cambio de registro no será grave, pero si simplificamos así la lengua corremos el riesgo de reducir el pensamiento crítico. El sistema educativo debe garantizar, sobre todo en la generación de nativos digitales, que además de en estos nuevos registros puedan desenvolverse con soltura en otros más formales.