Conclusiones del X Seminario Internacional de Lengua y Periodismo «Manuales de estilo en la era de la marca personal»

A continuación se resumen algunas de las cuestiones tratadas en el X Seminario Internacional de Lengua y Periodismo («Manuales de estilo en la era de la marca personal») organizado por la Fundación San Millán de la Cogolla y la Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA) los días 13 y 14 de octubre de 2015.

1. Norma y estilo no se oponen, se complementan

  • La norma define un terreno de juego general para todos los hablantes; el estilo, un camino propio dentro de ese marco.
  • Sin norma no hay estilo; es necesario conocerla antes de adoptar decisiones estilísticas, antes de innovar.
  • No hay una sola norma.
  • La norma fortalece la cohesión de la lengua.
  • Algunas de las nuevas normas se incumplen más que otras (la supresión de la tilde en solo, la del punto de los millares en las cifras, la eliminación de algunas mayúsculas como las de rey y papa...). Aunque suelen argumentarse razones técnicas o de claridad, se trata más bien del apego a normas, reales o no, interiorizadas previamente. Hay cambios que tardan una generación en ser adoptados por los hablantes.

2. Los libros de estilo siguen teniendo sentido

  • Los libros de estilo de los medios siguen teniendo sentido: los ayudan a dotarse de una voz propia, marcan preferencias cuando hay varias posibilidades admisibles, iluminan las zonas grises de la norma, ayudan a interpretar las grandes obras académicas, que en ocasiones son complejas... En resumen, adaptan la norma general a las necesidades de cada medio.

3. Los libros de estilo no pueden estar en un altar

  • En demasiadas ocasiones, los libros de estilo se quedan en las estanterías y se consultan poco.
  • Hay que lograr que sean orgánicos, que formen parte de la cultura de la redacción.
  • Para ello es conveniente que su confección sea colaborativa, que sus decisiones estén explicadas y que se recuerden y revisen sus pautas regularmente.

4. Los manuales de estilo pueden ser útiles para el público

  • Los manuales de estilo más generales, dirigidos a un público amplio más allá de los límites de las redacciones, tienen utilidad en esta época en la que cada ciudadano es un medio capaz de comunicar y busca orientación para expresarse correctamente.

5. Los libros y manuales de estilo deben adaptarse a los nuevos tiempos

  • Profesionales y público necesitan herramientas útiles, ágiles y rápidas, que no solo miren a la edición tradicional en papel, sino a los muchos retos de estilo que plantea la escritura digital.
  • Los libros y manuales de estilo deben contemplar que los contenidos creados para internet responden a una pautas de escritura y lectura adaptadas a las pantallas y en las que no solo se escribe para personas, sino también para robots, especialmente para los buscadores.
  • Los manuales deberían ir a quien escribe sin esperar a que quien escribe vaya a los manuales. Para consultar hay que plantearse una duda que, a veces, ni siquiera surge. Los nuevos manuales deberían ser sistemas integrados en los programas de edición que alertaran al escritor, que le adviertan sobre posibles errores y le sugieran posibilidades y alternativas mientras escribe.

6. Eliminar y adelgazar los sistemas de edición y corrección de los medios compromete su calidad

  • Además de libros de estilo, los medios necesitan correctores, asesores lingüísticos  o editores profesionales que revisen el producto final.
  • Lo ideal sería dotar a los medios de unidades de vigilancia capaces de detectar y atajar errores frecuentes.
  • Por el contrario, los medios tienden en los últimos años a adelgazar e incluso a eliminar los controles profesionales y lingüísticos, lo que redunda en el aumento de errores, erratas, malos usos...

7. Los correctores hacen mejores escritores y periodistas

  • Libros de estilo y correctores-asesores lingüísticos profesionales son complementarios. Los segundos recurren a los primeros, los consultan y aplican.
  • El autor suele ser el peor corrector de su propio texto. Se necesita un ojo entrenado (para detectar), imparcial (no implicado en el texto) y conocedor de los recursos (como los manuales de estilo).
  • La relación entre corrector y redactor ha de ser de confianza. Un buen corrector hace mejores redactores.
  • La labor de estos profesionales de la calidad del texto es accesible y asequible y, en un mundo en el que todos somos o podemos ser medios, deberá estar presente en ámbitos donde hasta ahora apenas lo ha estado: blogs, autoedición...
  • La existencia de correctores automáticos y sistemas de redacción asistida no convierte en innecesaria la labor de los correctores ni de los asesores lingüísticos. Estos sistemas ayudan a ejercerla de otra manera, orientada siempre hacia una mejor comprensión del texto.
  • La corrección aporta seguridad y confianza a los periodistas y calidad a los textos finales.